Vivimos inmersos en la era electrónica, y cada día de una manera más dependiente. Desde muy pequeños ya los niños y niñas disponen de potentes teléfonos móviles. Si olvidamos el teléfono en casa, pasamos todo el día estresados, deseando que llegue la hora de volver y poder consultar si María ha podido ir a la peluquería o si Felipe ha bajado a pasear a su perro. No podemos negar que quizás sea uno de los inventos del que nos costaría bastante desprendernos ahora. Muchas veces pienso ¿cómo podíamos vivir antes sin este invento?.
Sin embargo, en numerosas ocasiones he visto como familias enteras se sientan a la mesa para comer o cenar, y cada uno está en su mini mundo, con los ojos clavados en el dichoso móvil, o personas intentando escribir un mensaje con la oreja mientras conduce el coche ¿no podrá esperar al siguiente semáforo rojo? Incluso desde muy pequeños, ¿qué el bebé no come?, pues sacamos el móvil y le ponemos un vídeo de pocoyó o de bob esponja. Este es el comienzo de esa dependencia humano - máquina. Esta semana incluso he podido leer que ya están fabricando un móvil completamente flexible, que te podrás enrollar en la muñeca, como una pulsera. ¡En breve los niños vendrán de serie con 4G y WIFI!.
Los padres no nos damos cuenta que los años pasan, y el tiempo no dedicado a los hijos no volverá. Pero todavía hay algunos -entre los que me incluyo, creo, que juegan con sus hijos, que practican deportes con ellos, que disfrutan de una tarde de sofá y manta, de una cena en la cocina o de una partida al "just dance" ¿por qué no?.
Los padres no nos damos cuenta que los años pasan, y el tiempo no dedicado a los hijos no volverá. Pero todavía hay algunos -entre los que me incluyo, creo, que juegan con sus hijos, que practican deportes con ellos, que disfrutan de una tarde de sofá y manta, de una cena en la cocina o de una partida al "just dance" ¿por qué no?.
El sábado pasado acompañé a mi hija a un cumpleaños de amigos del colegio, y tuve la oportunidad de compartir un rato divertido con otros padres como yo, ¡en peligro de extinción!. El juego estrella no fue el Candy Crush desde luego, sino el Balón Prisionero, el Fútbol, corretear de un sitio a otro; padres y madres rodando por los suelos, e hijos compartiendo momentos inolvidables.
Mis hijas de mayor no sé ni cómo ni qué serán, pero ojalá sepa transmitirlas que la felicidad está en las cosas sencillas, en esos pequeños momentos en los que te alegras inmensamente de estar vivo.
Mis hijas de mayor no sé ni cómo ni qué serán, pero ojalá sepa transmitirlas que la felicidad está en las cosas sencillas, en esos pequeños momentos en los que te alegras inmensamente de estar vivo.
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