No suelo entrar en política, pero en una visita reciente a Vitoria, el asesinato de un cargo político hace unos días, me ha empujado a escribir este post. Según dice la historia -o la leyenda- vete a saber, los cargos públicos juraban su cargo sobre un machete, con el que se amenazaba cortarle la cabeza si no lo cumplía. Hoy en día, ese "machete" está representado por un lado, por nuestra Constitución que marca los derechos y deberes fundamentales de nuestra sociedad, y por otro lado, por las Leyes existentes, casi 100.000.
Lo que pienso -y es mi propia reflexión, es que no se cumplen adecuadamente, ni se aplican de la misma manera dependiendo de quien sea el infractor. No es lo mismo que uno atropelle a alguien por un descuido a que lo haga Farruquito o José Ortega Cano, ni es lo mismo que uno robe en un banco, a que lo haga Urdangarin o Mario Conde. Si la justicia actuara de verdad, se cumplieran las Leyes, muchos de ellos, que roban el dinero de las personas que llevaban ahorrando toda su vida, se lo pensarían dos veces. Si los violadores fueran castrados de por vida, quizás ni se les ocurría reincidir en los permisos penitenciarios. Quizás si los maltratadores de otras personas -vamos a obviar el genero, fueran detenidos a tiempo y encerrados una temporadita, muchas vidas se habrían salvado. Pero la justicia no es la única culpable, las personas de a pie, la sociedad que les rodea, tienen un papel importante. La falta de dedicación de los padres hacia los jóvenes, la necesidad de tener que trabajar durante jornadas maratonianas, ambos progenitores, para sacar adelante a su familia. Todo suma o resta, según se mire.
Estos días sólo me he asomado un rato por la pradera de San Isidro y alrededores, gran fiesta de Madrid, un macro botellón en toda regla. Niños con litronas, bebidas de alto nivel de alcohol, porros a diestro y siniestro, muchos por debajo de los 16 años.
No sé, pero creo que los padres con hijos tenemos mucha responsabilidad en esta sociedad, nuestros hijos algún día heredarán la tierra. Y la vida son muchas cosas, y hoy en día, son pocos los jóvenes que se unen para divertirse ayudando y colaborando con los más necesitados, jóvenes que participan de los problemas de los barrios en los que habitan, jóvenes que ayudan a sus padres y no se aprovechan de ellos.
Hay motivos para preocuparse.
